¿Cómo comenzó mi historia?

Desde joven, siempre he sido una buscadora incansable de soluciones para mejorar mi salud y bienestar de forma natural. Sin embargo, mi camino hacia la transformación no fue fácil y estuvo lleno de retos. Experimenté numerosos problemas físicos y psicológicos que afectaban mi calidad de vida hasta el punto en que mis amigos, de manera cariñosa, me llamaban "hipocondríaca". Esta situación me llevó a explorar "terapias alternativas" y autoayuda, ya que las soluciones médicas que me ofrecían se limitaban a pastillas que solo trataban los síntomas, sin resolver la causa de fondo.

A los 31 años, comencé a experimentar mis primeros problemas oculares, conocidos como "migrañas con aura": una línea brillante y colorida aparecía repentinamente en mi visión, seguida de intensos dolores de cabeza. Rechacé las pastillas que me recetó el neurólogo, consciente de que solo tratarían el síntoma y no la causa. Con paciencia y dedicación, descubrí que la tensión cervical era el origen de estas auras y aprendí, por mi cuenta, cómo eliminarlas rápidamente cuando aparecían.

A los 38 años, mi vista comenzó a deteriorarse rápidamente. Me diagnosticaron hipermetropía y presbicia, algo que atribuí inicialmente al estrés en el trabajo. Pero, incluso después de dejar mi empleo, los problemas visuales persistieron y se intensificaron. Además, enfrenté cambios importantes: el embarazo, la maternidad, el aumento de peso, la constante fatiga y los dolores de espalda. Me sentía atrapada en un cuerpo cansado, con un rostro que reflejaba el agotamiento: arrugas, flacidez facial, y una actitud que afectaba mi relación con mi familia. Me convertí en alguien que apenas reconocía.